La semana pasada dijimos adiós a Chituma, adiós para siempre.
No… no se trata de una palabrota, sino de la moto de Coyote, maquinaria importada desde el lejano oriente (China para ser exacta), de no mucha cilindrada, pero aperradísima y a toda prueba. No obstante, la fuerza mayor obligó a su venta, y ya no podré sentir el viento (…el polvo, los mosquitos, etc) en la cara.
Recuerdo la primera vez que me subí a ella… bajé con las piernas acalambradas y las manos casi sin circulación sanguínea de tanto sujetarme.
La última vez, fue un paseo con nostalgia. Camino a Farellones sintiendo el aire fresco (y entumecedor también) y esa sensación de libertad tan arrebatadora que no entrega el auto (y menos el Transantiasco). Camino arriba y luego cuesta abajo, sin temor a las curvas, disfrutando el paisaje, viendo las luces a lo lejos mientras nos aproximábamos a la realidad… La realidad de decirle pronto adiós a Chituma.
No… no se trata de una palabrota, sino de la moto de Coyote, maquinaria importada desde el lejano oriente (China para ser exacta), de no mucha cilindrada, pero aperradísima y a toda prueba. No obstante, la fuerza mayor obligó a su venta, y ya no podré sentir el viento (…el polvo, los mosquitos, etc) en la cara.
Recuerdo la primera vez que me subí a ella… bajé con las piernas acalambradas y las manos casi sin circulación sanguínea de tanto sujetarme.
La última vez, fue un paseo con nostalgia. Camino a Farellones sintiendo el aire fresco (y entumecedor también) y esa sensación de libertad tan arrebatadora que no entrega el auto (y menos el Transantiasco). Camino arriba y luego cuesta abajo, sin temor a las curvas, disfrutando el paisaje, viendo las luces a lo lejos mientras nos aproximábamos a la realidad… La realidad de decirle pronto adiós a Chituma.
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