Viendo el lado amable

No llevo ni un mes con la placa y ya la odio como si fuera matrimonio maltrecho de 5 años. Es que esto de no masticar me está aburriendo; la comida no sabe igual, no es lo mismo. A esto debo agregar que soy del tipo de personas que tensas necesitan masticar, necesitan algo crujiente en la boca, algo que sature los oídos al mascarlo. Siempre me he autodenominado como "la monstruo come galletas" (como el ex de plaza sésamo que ahora come solo vegetales), chacal de los cereales y de los suflitos, pero eso, hoy por hoy, parece cuento añejo.
Por otro lado, la placa está aniquilando mi escueta vida social y me está transformando en una ostra. Entre las "z" que se atropellan y las "t" que suenan más como "d", la verdad es que hasta el teléfono se ha vuelto un enemigo.
Pero como en todo orden de cosas, hay que verle el lado amable. Mis uñas están creciendo, mis dedos se ven un poco más largos y mis manos más bonitas. Lo mejor de todo radica en el tema de los kilos: ya he bajado dos y sin hacer dieta... erm, es decir, sí, con dieta, pero dieta especial. El comer se ha vuelto un acto tan fome y hay tanto vedado que no me dan muchas ganas de alimentarme. Así es que planeo volver a yoga para ejercitarme un poco, no vaya a ser que me transforme en una "guaguita"(de esas sustancias en forma de feto malformado): blancucha, blandita y alargada (aunque no mucho, la altura no me acompaña...meeeh)