100% Síndrome Yuma
Los que me han hablado esta semana han podido sufrir los embates de mi famoso síndrome. No tengo ganas de hablar y si palabras cruzan mi boca la simpatía no aflora por ellas. Una parte de mí todavía está allá.
Llegué desde Val-lluvia el martes en la mañana y a partir de ese día todos mis males volvieron a mi cuerpo: mi colon resucitó, mi cabeza se empeña en poner en evidencia su existencia, etc. De no haber sido por la lluvia que me recibió ese día, creo que todo habría sido peor… aunque la verdad, mucha lluvia no me tocó en el sur, sí mucho frío.
Valdivia me recibió cubierto de una espesa neblina, neblina que aún no se decidía a abandonar los campos y que desde el puente apenas me permitió observar un corto tramo del río. Al bajar del bus fue el frío el que me dio la bienvenida, pero no como el helado hombro que da la espalda, parecía augurar una visita de lo más hogareña… y así fue. Mi casa fue mi refugio por toda una semana, un cálido refugio no sólo por la temperatura que brinda la calefacción; disfruté de mi familia más que otras veces y ni siquiera me molesté al ver mi oscura ropa llena de los pelos de mi perro, que lo único que quería era jugar conmigo. Comí como una “leidi” las cosas ricas que me preparó la Marina para no lamentar los kilos al regreso, pero sí que gocé cada bocado.
Mientras estuve allá el tiempo pareció infinito, ya de vuelta en el bus la visita pareció demasiado corta. Y es siempre así, lo buenos momentos siempre parecen ser demasiado cortos.
En fin, ya pasará, este Síndrome Yuma no suele durar más de una semana; quizás una sobredosis chocolatosa me haga bien…Hmmm, no hay chocolates (tampoco traje desde Valdivia)… ¿servirá la leche con Milo?
PD: demás está decir que no hay nada mejor que pasar el día del padre junto al de uno :-)
jueves, junio 23, 2005
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2 comentarios:
No, la leche con Milo no sirve!
si
juventino es lo mejor...recuerdo haberme quedado tarde viedo a Yuma marrua
yo tb quiero imme pa mi caaaaaasa!
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